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El secado se utiliza desde hace miles de años y es una de las maneras más antiguas de conservar alimentos. Es sencillo y seguro, y contribuye a mantener durante más tiempo el color, aroma y sabor de los ingredientes.
Además de contribuir a mantener los sabores, el secado es una estupenda alternativa al uso de conservantes. Y esto tiene mucho sentido: no añadimos nada al secar nuestras verduras; solo quitamos el agua.
En palabras de Matthias Zitterbart, uno de nuestros expertos en verduras y hortalizas: “El motivo de secar un producto es extraer el agua para hacer innecesario el uso de conservantes. En este caso, simplemente tomamos puré de tomate y lo sometemos a un proceso de secado para convertirlo en un producto que mantiene todas las bondades del tomate”.
EL MOTIVO DE SECAR UN PRODUCTO
ES EXTRAER EL AGUA PARA HACER
INNECESARIO EL USO DE
CONSERVANTES.
Antes de cosechar los tomates, los agricultores de Knorr dejan que pasen sed durante aproximadamente una semana, para aumentar su sabor dulce y reducir la cantidad de agua que es preciso extraer. Medimos la dulzura de nuestros tomates con un sistema denominado test Brix: cuanto más elevado sea el número, más dulce es el tomate.
Pero no deja de ser sorprendente ver la cantidad de agua que contienen las verduras y hortalizas en realidad. Por ejemplo, para producir una sola tonelada de cebolla seca necesitamos 12 toneladas de cebolla fresca.
En ocasiones es la propia naturaleza la que pone en funcionamiento el proceso de secado. Por ejemplo, nuestras cebollas se recogen y se dejan secar al sol durante unos días, pero una vez peladas, se secan y procesan en el plazo de 2 horas para conservar todo su frescor y sabor.
No todos nuestros ingredientes sostenibles se secan; muchos se convierten en pasta o pulpa para platos como sopas o caldos. Pero para nuestros productos secos, es reconfortante saber que un método que tiene miles de años de antigüedad seguirá ayudando a ofrecernos ingredientes con todo su sabor durante muchos años más.